viernes, 8 de diciembre de 2017

EL INTERROGADOR SIN ROSTRO...

Al escribir estas palabras imagino estar en una habitación ajada, con la oscuridad reventada por la luz tenue de una ampolleta a medio morir. Sí, imagino… Imagino a una persona sin rostro preguntándome: “¿Quién eres?”, “¿De dónde vienes?”. 

Si me describo superficialmente puedo señalar que mi nombre no importa por ahora, para quienes me lean y me escuchen soy “Alma”

Soy hija única. Nací hace 36 años. Era domingo y mi madre me cuenta que llovía, que le costó tenerme: 
“Iba a la iglesia todas las tardes después del trabajo para pedirle a dios que me devolviera a la hija que había perdido un año antes”... 
Porque mi madre estuvo embarazada de otra niña antes que yo, una niña que nació muerta y ella sufrió y ella lloró. 

Le pidió al todopoderoso y él habrá cumplido porque estoy aquí, escribiendo, imaginando cosas, pensando en que eso que siempre cuenta mi mamá es una paradoja… Porque yo no creo en dios. Hay algo allá arriba, pero no un dios. No. Eso no. 

Yo nací el mismo día que Pablo Neruda, pero no soy Pablo Neruda, ni Neftalí, soy mujer, soy periodista y dicen que soy poeta… ¡Ah! En eso me parezco al parralino, pero nada más. 

Yo no he viajado por el mundo como su idolatrada persona, sólo dentro de mi propio mundo y el de otros, porque esos otros me han dejado entrar y como soy curiosa, he aceptado esas invitaciones gustosa, muy gustosa. 

Me gusta caminar, me gusta el cine y Netflix (adicción reciente), me gusta leer. Yo le diría al interrogador invisible que en esta parte quiero detenerme, porque los libros me vuelan la cabeza (más que Netflix). Pero, en realidad, más que los libros, la poesía me arrebata las hormonas, no me deja dormir cuando se aprovecha de mí. 

Alejandra Pizarnik me vuela la cabeza al punto de sentirme ansiosa. Cuando la leo me siento ella. 
“La jaula se ha vuelto pájaro”.
¿Quién más podría haber escrito eso? Sólo su pluma es capaz y no puedo evitar admirarla. Stella Díaz Varín, tú… la primera poeta punk chilena (y también mi favorita) eres la culpable de que llegara a ella, porque un día, buscando información sobre ti en una mis tantas madrugadas de insomnio en 2009, los misteriosos caminos de Google me llevaron a una página donde primero vi sus dibujos, luego encontré su poesía, luego su vida y entonces me di cuenta de que teníamos algo en común, no sólo escribir. 

Viví en el sur entre el 2002 y 2003, maravillosos lugares. Estudié ahí una carrera que no me convenció nunca, la abandoné pese al enojo de mis padres. Volví a mi ciudad, estudié periodismo, trabajé mucho, reporteé mucho. Me olvidé de mí misma y eso es malo, tan malo como estar demasiado pendiente de todo. 

 Año 2009. Mi madre llora, yo no le tomo el peso a lo que me dice el psiquiatra. Trastorno bipolar ¿Qué es eso? ¿Se come? No. Se vive. 

Luego de eso vino la "nueva vida" y en ella estaba el medicarse. Medicarme. Odio medicarme y odio las crisis, odio que la creatividad sólo llegue luego de una crisis, yo debería poder escribir en paz, no en medio de la angustia. Creo que así funciona todo con esto, la mente de Pizarnik también se atormentaba, yo creo que hubiéramos podido compartir un par de cafés (o unos whiskachos) felices de la vida. Tenemos eso en común. 

La bipolaridad es como tener un tumor maligno en tu cuerpo que no pueden extirpar, la diferencia es que no te mata. Te tortura si tú quieres que te torture, te debilita si tú quieres que te debilite, te tira a la cama si tú quieres que te tire a la cama, te encierra si tú quieres que te encierre. Pero después del 2009 he hecho frente a todo, a la vergüenza, al prejuicio de escuchar que un bipolar es “un proyecto de asesino en serie” ¿Escuché bien? Bueno, si no hay información sólo queda que una dé la cara y explique: 
“No, estimado o estimada. En mi mente no tengo presupuestado matar a nadie, salvo al tiempo perdido”. 
Actualmente la bipolaridad y yo tenemos un tratado de paz, tenemos las trincheras desiertas, ella sabe que desde hace unos años mi ejército es más hábil que el suyo. Sabe que mis propias barreras ya se derrumbaron… Aunque las crisis siguen, siguen… Siguen. Pero cada vez más lejanas. Nunca antes amé tanto la lejanía, eso pasa cuando la bipolaridad se ausenta. 

Mi vida no es una película, no tengo grandes secretos. 

El corazón, mi corazón vadea tormentas desde hace 20 años, como si la novela “El viejo y el mar” de Hemingway hubiera durado todo eso, pero en mi pecho, latiendo. Ahí está. Dos décadas y nada lo espanta… ¡Qué horror! Pero este horror lo quiero vivir, no lo vivo sola. Nos miramos al espejo, estamos más viejos, más una parte que la otra, esto lo vivimos, aunque es un horror, pero es nuestro horror, horror que me pregunta si me he postergado por eso que se ha vivido… 

No, yo me he postergado porque soy demasiado egoísta para armar una familia, tener hijos, una casa con reja de madera blanca y un perro. Yo quiero mi libertad, sin libertad no estaría aquí leyendo o escribiendo esto, sin libertad no podría pensar en la poesía… O lo que sea, pero que sea literatura.

Horror, tú no me postergas, tú tampoco te has postergado porque también eres libre, somos libres hace 20 años, nuestro vínculo es aire y hasta que éste no se agote, seguiremos caminando otros 20 años. 

Esto es todo lo que le diría a mi interrogador sin rostro. No tengo más que decir. Ya me he desnudado demasiado, no quiero más. Soy pudorosa.

2 comentarios:

  1. Interrogador sin rostro. Bonito eufemismo para nosotros los lectores jeje. Un abrazo pudoroso.

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    1. jajaja... Me imaginé siempre ser interrogada por alguien sin rostro... Leseras de una...

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